Bici APP delivery
(por: In_Bicible)
Una revolución silenciosa y no se trata de la Masa Crítica: las apps como bienes intangibles (no tienen presencia física y se pueden mover de un lado a otro - una vez más no se trata de las bicis).
– Ta de menos la mochila en la espalda, che - dice un bici delivery al otro.
Las apps de delivery demuestran y ponen en evidencia la precarización laboral de unos (o de nosotros) además de la de ellos (los consumidores de las apps) una vez que queda claro que a muchos trabajadores no se les permite tomarse su media hora de descanso para almorzar (visualizada diariamente en muchos puestos de trabajo a los cuales acceden los deliverys donde existe la necesidad de que alguien te lleve la comida hasta tu puesto de trabajo y así no tengas que salir), mientras igualmente llevan la empresa en la espalda, si se me permite el juego de palabras.
Sin embargo también plasma lo fuerte que está - para algunos sectores de trabajadores - la economía uruguaya o, mejor dicho, montevideana, de la mano de los sueldos de algunos trabajos ubicados en zonas - francas - céntricas o de barrios históricamente asociados al capital - me refiero a Punta Carretas y Pocitos - que se dan el lujo de, cotidianamente, pedir comida por las apps a precios no inferiores a 200 pesos (lo que en un mes darían alrededor de 4500, si se hace una simple multiplicación por 22).
Otro punto importante al hablar de ese tema es, ¿qué cara tienen esas apps en la puerta de tu casa?
Muchos de nosotros somos hombres e inmigrantes, alrededor de 70% de los deliverys de apps diría yo, somos cubanos, brasileños, colombianos, chilenos, venezolanos. Las mujeres deliverys seguramente no pasan de un 5%.
Eso también tiene reflejos en la economía, porque me parece que muchos elegimos Uruguay por lo bueno que está vivir aquí, en comparación al contexto de nuevas y duraderas crisis vividas en muchos países latinoamericanos.
Por las oportunidades, por la tranquilidad más allá de la dureza del invierno que molesta a todos los norteños de América Latina.
¿Se trata de un trabajo precarizado? ¡Por supuesto! Pero es un trabajo… Muchos nos miran como entre pena e indiferencia, otros como "ladrones" de puestos de trabajo. A mi manera de ver los que nos miran así o sea, desde arriba (chetos) no entienden nada.
Entretanto me alertó una amiga, que sí, estamos compitiendo con las franjas sociales más bajas por esa, y otras (nuevas) modalidades de subempleo.
Las changas y los trabajos históricamente físicos fueron y son maniobrados por poblaciones humildes y muchas veces sin instrucción.
Los nuevos migrantes, al llegar prontamente consumen sus ahorros en la Karibe economía uruguaya, pero por suerte logran conseguir trabajo (rápidamente) en tales medios precarizados de empleo/colaboración, sin embargo veo que lo hacen como un puente hacia sus carreras de origen, profesores, ingenieros, médicos...mientras tanto compiten con el proletario no especializado uruguayo.
Pero de acuerdo a cómo venimos, a veces sin darnos cuenta y casi sin reacción vamos acostumbrándonos a formas cada vez más creativas, emprendedoras y autónomas de explotar a los trabajadores.
Los nuevos protagonistas (aún sin protagonismo) de la ciudad.
Nosotros cambiamos la ciudad, somos los nuevos señores de ella.
!Las bicis están cada vez más en evidencia!
Muchas en muy precaria condición.
Otras de adictos del ciclismo.
Unos pedalean para salir adelante y cobrar su sueldo a fin de mes.
Otros (como yo) nos damos el lujo de pasear en la ciudad haciendo lo que siempre hicimos, hasta entonces de manera gratis: pedalear y divertirse, mientras cobras por eso.
Pero volvemos a la precarización. Muchas profesiones clásicas uruguayas, como por ejemplo la del arquitecto o periodista por decir apenas dos, ya operan bajo el signo de “unipersonal” o “monotributista”. No tienen vacaciones, aguinaldo, BPS, seguro salud, ni nada por el estilo, como tampoco lo tienen los compañeros de Uber Eats, Rappi y Globo. Sin embargo los primeros (el self emprendedor) no es visto como precarización, en tanto se entiende que están cobrando bien, por el contrario, trabajan muchas veces 11 horas por día (encerrados) para cobrar proporcionalmente quizás un 20% más que un delivery que pasa y pasea por la ciudad, sus bellezas y angustias. Obvio que está de menos cuando llueve para los que trabajan en la calle, pero también supongo que lo esté para los que están adentro y hace un lindo día después de una semana entera gris, algo muy típico de Montevideo.
O sea, me parece el triunfo del capitalismo neoliberal, orientando los trabajadores rumbo a la seducción del “auto emprendedor”, de la concepción de individuos organizados como empresas.
¡Nos están explotando y sacando derechos a todos!
Los deliverys si acaso logran entender la manera como son explotado en la empresa, en cualquier de las empresas, como en cualquier trabajo, enseguida se le sacan la ficha. Muchos deliverys trabajan para dos apps al mismo tiempo…
Al tener la calle como oficina, no tenés disponible todas las otras cosas de una oficina común y corriente: baño, agua, compañeros de trabajo a los cuales se ve todos los día, tampoco un jefe arriba tuyo. Pero supuestamente somos libres o sea, a mi me gusta la ilusión de la libertad generada principalmente por estar en bici vagando (no vagueando) por la ciudad.
La única diferencia entre las apps de delivery, la encontramos en PedidosYa, visto que se trabaja “en caja”. Con aportes al BPS, sistema de salud, aguinaldo y vacaciones pagas (supongo, tomando por base los descuentos mensuales, ya que ninguno de nosotros en bici supera los 6 meses de contrato de trabajo). De hecho, y solo por eso la veo como la menos peor entre todas, obviamente cuenta con las mismas trampas de explotación, sin embargo con alguna libertad de acción y algún grado de acuerdo entre los de la oficina y los de la calle.
O sea, a lo que iba era que muchas de estas personas “colaboradoras de adentro” son dependientes de los “colaboradores de afuera” lo que no nos hace unos en contra los otros, sino que pone en evidencia lo acostumbrados que estamos en relación a algunas precarizaciones y lo pesado que nos ponemos con otras, sobre todo con la de los otros.
Lo importante, finalmente, lo tomo desde una nota de Paulo Ravecca cuando cita a David Roediger que ”señala que las desiguales desigualdades que el capital produce no generan solidaridad. [...] la solidaridad es en sí un logro anticapitalista, un acto de resistencia material al tipo capitalista de producción de la diferencia que multiplica la desigualdad”.
(http://revistabravas.org/article/168/ensayo-sobre-capitalistas-llorones-y-machos-en-pena-teor%C3%ADas-cr%C3%ADticas-y-producci%C3%B3n)
Es extremadamente imperioso poner límites a las formas de trabajo que ponen límites a la solidaridad
La culpa obviamente es del sistema. A lo largo del siglo XX experimentamos distintos niveles de explotación - primero el fordismo, pasando por el toyotismo - pero la que se impone actualmente (que puede ser llamada de uberización) es la primera que nos devuelve al siglo XIX. O sea, el sistema y sus representantes han conseguido desarmar el apego legal y moral por el empleo formal, por la representación sindical en donde, creo que por primera vez, en los últimos 30-40 años se logra poner trabajador en contra de trabajador. Cada uno por sí. Uno atomizado del otro. Si me dan los números, listo. No me importan los demás. Sobre todo por medio de empresas que se presentan apenas como proveedoras de tecnología de intermediación de servicios.
David Harvey nos cuenta que “leer a Marx hoy tiene sentido. En cierto modo, estamos volviendo a las condiciones de trabajo del siglo XIX, que es a lo que apunta el proyecto neoliberal: reducir el poder de los trabajadores y ponerlos en una posición en la que no sean capaces de resistir los procesos de explotación masiva.” (https://marxismocritico.com/2016/09/06/estamos-volviendo-a-las-condiciones-de-trabajo-del-siglo-xix-que-es-a-lo-que-apunta-el-proyecto-neoliberal-2/?fbclid=IwAR2KAHj11TyWEO0JJC4O33rp1gdq6WyRgjDoL8eNWz9so3DofZOtLnFNqD8)
La precarización alcanza toda la cadena laboral. Desde el cocinero, contratado como ayudante de cocina, pasando por el delivery, hasta el consumidor -unipersonal o asalariado-. Lo que no veo es una crítica al modelo de legislación laboral en Uruguay. Sinó prédica sobre la vida de los trabajadores hechas por otros trabajadores. Al dueño (que lindo es el uruguayo emprendedor) de PedidosYa, o mejor, RepartosYa su nombre de guerra para contratar a sus subempleados, 0: ninguna crítica de la sociedad. En cambio, desde los subempleados, infinitas. Lo que no hace falta aquí listar.
Lo que quiero decir es que alguna crítica al modelo (app+precarización) se puede encontrar, pero no al “tipo” como emprendedor, sino todo lo contrario, se sigue glorificando su espíritu empresarial.
La idea de que a través de una app puedo ayudar a otros (como un romance de reciprocidad) terminó por convertirse en una oferta generalizada de subempleos mal remunerados y casi totalmente en “negro”. Todo eso asociado a la pérdida de fuerza de los sindicatos y la mala onda con que se los asocia.
La sacada de esas apps es increíble, dominan un nicho prestando un servicio de intermediario muchas veces eximiéndose de las obligaciones legales, y siempre sin poner su cara ante la sociedad. Cara esa que es dada por nosotros, inmigrantes y asalariados en general. Mientras que ella, como es el caso de PedidosYa por ejemplo, se queda con un 30% del valor de los productos vendidos por los restaurantes.
O sea, el capitalismo y su sed de ganancia fácil a costos bajos viene triunfando nuevamente. El capitalismo se ha reinventado, pero esta vez aún más leve, sin capital (J. Haskel y S. Westlake 2018). No como explotador, sino como cool, buena onda. ¿Las bicis están de moda? Pues bueno, ataquemos con ellas. A las personas les gusta no hacer nada más después de un día entero de trabajo y al mismo tiempo estar conectadas, bueno, que se queden con sus culitos de smartphones (they call then smartphones but only dummies used - Larry Crowne película/https://www.youtube.com/watch?v=JzAuuES3pgk) en el sillón y reciban la comida en la puerta, mientras van distribuyendo me gusta a la sociedad virtual.
La gran ventaja de muchas de esas apps que se benefician de proveedores independientes está en que los deliverys funcionan como sponsors pedaleantes, pues andan en la vuelta, a veces todo el día, travestidos de la marca de la empresa, pendientes de pedidos y a la vez sin la necesidad de cumplir un horario, o sea, el acto de trabajar o, para estas apps, estar conectado, se torna omnipresente, pues a través de aparatos tecnológicos toda la cadena de compra y venta de cualquier mercancía que el delivery lleve está sujeta de acompañamiento por GPS: es como vivir en una prisión en plena movilidad. Como son demasiados frente a la demanda de repartos de esas apps viven aún más precarizados, visto que cobran por pedidos, o por factores agregados y condicionados por ese, como distancia, tiempo de entrega, o sea, están esperando que les caiga un pedido (como decimos en la jerga deliveriana) pero no les llega nada. Y así no logran pagar sus cuentas y a la vez están haciendo publicidad gratis a la empresa.
Publicidad. Esta es la otra gran sacada de las apps, pues la hacen tanto virtualmente como en la calle. Al descargar cualquier app, de comida o no, somos bombardeados por otras sugerencias. Sin hablar de nosotros como la renovada plaga de los saltamontes. Pues a cualquier lado que se vaya, de Ciudad Vieja, pasando por el Centro, Cordón, Parque Rodó, Punta Carretas, Pocitos y adyacencias verás a uno de nosotros sustentando su sponsor gratis. Sea ese rojo, naranja, amarillo o verde y negro. Estamos por todas partes. Me considero el señor de la ciudad. Estamos todos los días allí, en la calle, recorriéndola, brindando a la sociedad uruguaya a través de nuestros subempleos confort y comodidad a la gente pacata y cómoda de Montevideo.
Bueno, tratemos del tema uniforme. Algunos alegarán que por lo menos te brindan uno. Yo estoy en contra, porque con el uniforme te están sujetando, y como usas tu medio de transporte para trabajar terminás paseando como sponsor gratis antes o después de haber cumplido con tu jornada, mención especial al desgraciado caparazón (mochila) que no hay manera de ocultarlo.
¿Te dan?! Los compas de rappi lo tienen que comprar...UberEats y Glovo creo que no tienen nada (a excepción de la mochi). En Pedidos Ya firmás el contrato de que sos responsable por la mochila (2000 pesos), te “dan” al principio únicamente una remera mal acabada y un forro para el celu. Y así empiezan los reclamos recurrentes por mejores condiciones...llegó el invierno, te recontra cagaste de frío y te mojaste? Andá a reclamar una camperita y un impermeable. Si giliás, marchaste y aguantá el frío y la lluvia. O sea, a lo que voy es que no te dan nada. Si no reclamás no te va a tocar nada. Después salen notas, claramente pagas, en diarios nacionales donde afirman lo bueno que son y cómo cumplen con lo que dice la ley y blablabla, y tomá y usás una porquería de un casco que no aguanta nada, aparte de ser, a mi ver, completamente innecesario.
Bueno volviendo de mi devaneo o ensimismamiento...Creo que un problema que nosotros los deliverys tenemos que resolver, más allá de todo es: ¿cómo al estar aislados y dispersos por la ciudad lograr alguna forma de contacto y organización? Veo muchos compas diariamente, después, a veces, pasan semanas o hasta un mes sin ver a alguno. Hay que dedicarse a hacer una red para poner freno a las cosas que están muy mal y a la vez reivindicar otras. Siempre fui adepto del pinchazo colectivo como forma de presión, pero como mencioné perdí mucho contacto que tenía con los chicos que estaban hace más tiempo. Sin embargo veo alguno aun intentando contactar a otros para armar alguna forma de sindicato, a ejemplo de los compas de Argentina, pero todavía aún tenemos miedo de que nos pueda pasar y/o seremos desconectados o despedidos.
Lo que ocurre mucho entre nosotros trabajadores de las apps es lo que llamo de despersonalización, o sea, ni siquiera logramos reconocer a alguien como compa si no es mediante el uniforme de trabajo. Somos provedores de servicio ninguneado . A menudo me cruzo con compas que no me reconocen cuando no ando con el equipo sponsor gratis de chapulin colorado, además de la supracitada desorganización sindical o algún tipo de reclamo organizado frente a las “empresas”.
Por otro lado el Estado también nos caga, cito el ejemplo de Pedidos Ya, al imponer en el recibo de sueldo un “costo” de 102 pesos diarios como “ficto propina”, resultando en un monto de aproximadamente 2700 pesos por mes, dependiendo de los días trabajados. O sea, se llama ficto, la puta madre que los parió. Con eso, supuestamente cobramos más y en blanco, desde nuestro propio sueldo también las propinas que por decirlo de alguna manera circulan totalmente en negro. En resumen, esa plata figura en rubro de “haberes” y suma para los 19,625% descontados mensualmente: “aporte jubilatorio”, 15%; “FLR”, 0.125%; “seguro enfermedad”, 3% y salud, 1,5%. Pero bueno, esto se trata de Perdidos Ya, los compas de las otras apps ni siquiera tienen un trabajo en blanco.
Yo creo, más allá de todo, que estas apps están de moda, así como la bici, sin embargo, la bici está de moda para pasear, y cuando se ve cotidianamente a montes de chiquilines arriba de una se me ocurre la idea de que se empieza a cambiar el espacio público y por qué no las formas de socializar. Veo que se respeta un poco más a uno en bici por un lado. Por el otro, puede ser que se genere una pérdida de ese mismo espacio público, la calle, una vez que la gente le copa achancharse en casa en vez de ir al súper, a la farmacia, a la carnicería, al restaurante. ¡Ojalá no le pase eso con las ferias barriales y las panaderías, que son lo más rico de Montevideo!
Pero bueno, creo que la gente que consume en algún momento se va a dar cuenta de que casi siempre la comida llega fría. (ÓBVIO, pedís de un restaurante de la concha de la lora, qué querés? - podés pedir desde cualquier lugar de la ciudad a cualquier restaurante por más lejos que sea - la gente es muy pretenciosa) y muchas veces toda revuelta pues muchos compas aún no se avivaron o pusieron las dos neuronas para trabajar y sacar la fuckin mochila de la espalda.
Puede ser tarde para el tipo actual de economía como la conocemos. Quizás todo se vuelva un servicio, quizás el mundo del “te alcanzo algo” venza, quizás la gente se toca de que lo que importa es lo artesanal, lo cercano, la convivencia, y no el servicio o lo cool que está. Pero eso si ocurre, seguramente será en otro tiempo (corto o largo, no sabemos todavía) y mediante una nueva y entera reconfiguración del mundo (laboral) actual.