La precariedad laboral no se mueve solo en bicicleta

por Ana Clara Vera

Ante las recientes declaraciones levantadas por El Observador 1, respecto a lo que dijera Graciela Villar: el Frente Amplio “no puede permitir” que haya “deliveries con tracción a sangre”, volviendo a poner el tema sobre el tapete, me surgen en lo personal algunas preguntas, pero principalmente me invade la preocupación de si la clase política, en este caso representada por Villar, hace una reflexión del tema con la profundidad, la empatía y el entendimiento que amerita.

Villar cuestionó este sábado el nivel de “precarización” en “algunas áreas de trabajo” a raíz del avance de la tecnología, y advirtió que un cuarto gobierno de izquierda deberá asegurar el respeto a los derechos y la normativa vigente.”
Bienvenida sea la preocupación ante la precarización laboral que afecta a este sector, y agrego: como tantos otros. Ahora bien, creo, de todos modos que las formas en que se suele referir a este tipo de trabajos y en particular al grupo de personas que se desempeñan en ellos mediante el uso de la bicicleta amerita algunas consideraciones.
Y ante esto aclaro que tengo la certeza de no contar con las respuestas, pero como integrante de un programa universitario que trabaja en la promoción del uso de la bicicleta, entiendo nos corresponde, al menos, hacer el esfuerzo de reflexionar ante afirmaciones de este tipo.
En primera instancia porque se utiliza la expresión “tracción a sangre” erróneamente y en segundo lugar porque a mi entender se hace una lectura muy parcial en torno a la precarización laboral.

¿Qué entendemos por Tracción a sangre? ¿Y qué sucede cuando lo mal utilizamos esta expresión?

Cuando se refiere a la tracción a sangre, se está hablando del esfuerzo que hace un animal en desplazar una carga.
Se trata del acto y la consecuencia de tirar de una cosa con el objetivo de desplazarla o de conseguir que se mueva. En este sentido, se habla de tracción animal o de tracción a sangre al uso de un animal para arrastrar un carro, un arado u otro dispositivo.2”
La bicicleta no es un vehículo de tracción y quienes van sobre ella no son/somos animales de carga o arrastre. La bicicleta en todo caso es propulsada por el esfuerzo de quien la utiliza mediante mecanismos que potencian la fuerza aplicada.

Hemos referido anteriormente a esta aclaración cuando se prohíbe la circulación de ciclistas en rutas nacionales por mal comprender qué implica la tracción a sangre. El decreto 119/1964 artículo 5, refiere: “los vehículos de tracción a sangre podrán transitar por carreteras pavimentadas utilizando hasta dos animales a la par y en los caminos mejorados utilizando hasta cuatro animales a la par. Todo cadenero o ladero tirará al pecho. En los caminos de tierra se podrán emplear hasta seis animales, pero no más de tras a la par, y tirando en la forma establecida en el apartado anterior”.
El art 74 del citado Decreto establece que “Los vehículos de tracción a sangre no marcharán a una velocidad mayor que la del trote normal de las cabalgaduras. En los cruces, curvas, pasos a nivel y puentes lo harán al paso”. Resulta entonces evidente que “tracción a sangre” significa “tracción animal”.

Ésta forma de referirse a quienes hacen delivery en bicicleta como animales, me resulta en lo personal por lo menos agresiva. Pienso en lo inoportuno de hacer este tipo de afirmaciones hablando de la problemática del “otro” sin el “otro”.
Sucedía lo mismo hace un tiempo en una nota realizada por el semanario Brecha para la cual consultaron nuestra opinión desde UNIBICI al respecto del trabajo de los deliverys en bicicleta, pero que infelizmente titularon “Mulas con ruedas”. Para ese momento UNIBICI ya había solicitado a un colega universitario que hace repartos en bici que escribiera una nota sobre su trabajo, nota que llegaba un tiempo después y en la que se expresa la molestia ante el título anteriormente mencionado.
Link: http://www.unibici.edu.uy/Bici-APP-delivery
Ésto me hace reparar en la importancia del cuidado del uso de las palabras para no herir la susceptibilidad de quienes trabajan en este tipo de tareas y en la necesidad de rescatar cuál es su punto de vista al respecto, ya que si bien no todos los casos son iguales, cuando les hemos consultado al respecto, la mayoría pone el énfasis de la precarización en otros aspectos y no necesariamente en la bicicleta.

Entonces ¿La bicicleta debería ser el foco cuando nos referimos a la precarización laboral?

Es martes a la noche, hace frío, me acerco a un grupo de hombres que congregados, en una vereda sobre 18 de julio, en torno a bicicletas visten uniformes de las empresas de reparto. Son más de 10, pero se me hace un poco difícil el conteo porque van y vienen al ritmo de los pedidos. Me acerco explicándoles que formo parte de un programa de la Universidad de la República que promueve el uso de la bicicleta como medio de transporte y que me gustaría hacerles algunas preguntas, ante lo cual acceden a contestar amablemente.
Lo primero que me resulta evidente es que son todos hombres y casi enseguida noto con la misma facilidad que son todos migrantes. Ante la pregunta de si hay mujeres realizando repartos me dicen muy convencidos que si, pero luego solo logran identificar un par, a lo sumo tres, ahora, cuando pregunto respecto a su lugar de origen todos responden haciendo énfasis en la sola presencia de un uruguayo. Así que me dirijo primero a él y le pregunto que lo llevó a trabajar en esto, me cuenta que en realidad él es camionero, pero que hace un tiempo está sin trabajo así que ante la falta del mismo la opción que encontró fue la de los repartos, cuenta que creyó que iba a ser peor, pero que a la hora de comenzar arriba de la bicicleta no le resultó tan difícil como esperaba.

El resto eran o cubanos o venezolanos, de diferentes edades que estaban trabajando en los repartos desde hace un mes o un poco más, ya que han llegado recientemente al país y fue la solución laboral que encontraron.

Como lo que me convoca es la bicicleta hago un primer foco en ello. Les pregunto cómo se sienten haciendo pedidos en bicicleta y si ya usaban bicicleta antes, a lo cual los cubanos me dicen que sí, que en Cuba siempre se movían en bicicleta. Me cuentan que de todos los que están reunidos allí solamente uno está en moto, el resto en bici.
Les pregunto si eso sería así en caso de poder elegir el medio en el cual hacer los repartos y casi todos dicen que no, que en caso de poder usarían moto, pero que son conscientes de que la moto es mucho más peligrosa. Aún así algunos disienten con el sentir general y sostienen que les gusta mucho la bicicleta, que siempre la usaron y que continuarían usándola.

Uno de ellos, el uruguayo tiene un golpe en la cara, me lo había hecho notar en el momento en que llegué al lugar, así que aprovecho la instancia para preguntarle si fue realizando repartos. Me dice que sí, que la noche anterior volviendo a su casa después de trabajar se había caído de la bicicleta en una calle que estaban reparando y enseguida repara en que si hubiera estado en moto seguro la situación sería peor.
Todos coinciden en que la peligrosidad de la moto es más alta y en que es debido a que en moto se desarrolla mayor velocidad que en bicileta, lo cual te expone a más probabilidad de accidente ante la menor capacidad de tiempo de reacción y a lesiones más graves.
Les consulto si son frecuentes los accidentes, cuál es su percepción al respecto y me dicen que son mucho más frecuentes en los que reparten en moto. Y que perciben como peligroso el tránsito en Montevideo porque la gente maneja muy mal, hacen particular énfasis en que son encerrados por los ómnibus, lo que me hace pensar en la cantidad de buses que recorren 18 de julio y la falta de empatía que unos trabajadores, en este caso los del transporte, desarrollan sobre los otros, volviendo la jornada laboral de estos últimos más peligrosa.

Entiendo que quienes desarrollan esta tarea en moto son aún más vulnerables y si bien se cansan menos, creo que así lo ven también sus compañeros ciclistas.
Si bien según los datos de siniestralidad del Sinatran (Sistema de Información Nacional de Tránsito) hay una tendencia a la baja en lo que respecta a los accidentes en moto (en años se pasó de 300 muertos a 215) y una tendencia al alta por parte de automovilistas, no deja de ser preocupante la situación de quienes reparten en moto. “Un estudio de 2012 de la Unidad de Seguridad Vial (Unasev) señala que cuatro de cada diez accidentes laborales de tránsito ocurrieron en motocicleta”, tal como se cita en la nota al pie referenciada 3. Y cabe aclarar que de la misma nota se desprende que el 96% de las motos utilizadas para el reparto son propiedad de los trabajadores, es decir también ponen ellos su propias herramientas para poder llevar adelante su labor.

Ante la pregunta respecto a la adquisición de la bici y el mantenimiento de la misma, me cuentan que al llegar al país compran una bici (la más cara costaba 300 USD) para poder trabajar y con esta pregunta se abre la discusión al respecto de la precarización. “Nosotros tenemos que poner todo para trabajar, no nos dan nada.”
Compran la bici más económica que pueden y tratan de resolver ellos mismos los arreglos y mantenimiento de la bicicleta para economizar.

Un chico que llega en ese momento de haber entregado un pedido se me acerca efusivo y me dice algo así como: “Lo que tenes que decir es que esto es precarización, que trabajamos así porque somos migrantes y se aprovechan de nosotros”. Ante esa afirmación el resto lo frena y le dice que yo estoy ahí para hablar sobre la bicicleta, les digo que no, que si bien la bicicleta es lo que me convoca, yo entiendo que su condición como trabajadores es de precarización y que me interesa abordar el tema desde esa perspectiva, a lo cual la respuesta es unánime, la precarización no es por la bicicleta, y la charla tiene un giro.
Los hombres allí reunidos son profesionales, migrantes que llegaron a Uruguay recientemente y que tienen grandes dificultades en insertarse en los círculos uruguayos, en conseguir documentación que les permita un mejor trabajo o incluso comenzar los trámites de revalidación de sus títulos. Es ésta la única opción que encuentran y está dada por la informalidad de las aplicaciones.
Cuando les consulto dónde creen que está el foco de la vulnerabilidad coinciden que en el abuso de su condición de migrantes, en el mal pago que reciben, en que no se les entregan los insumos para trabajar sino que ellos deben comprarlos y poner una primer suma de dinero para comenzar a trabajar.
Uno de ellos, docente de educación física me dice: “Él está en moto, nosotros no, nosotros tenemos mejor capacidad respiratoria, mejor estado físico, mejor nuestro sistema cardíaco, ninguno de nosotros tiene panza como tiene él”, mientras señala a su único compañero en moto, “Si realmente querés saber lo que es la precarización andá cualquier miércoles a la calle Ellauri, y ahí vas a ver un cúmulo de cubanos, venezolanos y brasileros amontonados para poder cobrar lo que nos deben, y no siempre lo logramos.”
Cabe aclarar que se refería a la dirección en la que se ubica una de las oficinas de Rappi.

Entiendo que es indudable que hay precarización en este tipo de trabajo, creo que la cantidad de bicicletas identificables con empresas de reparto han modificado nuestro paisaje cotidiano volviendo visible la explotación, pero en todo caso, cabe preguntarse si está bien poner el foco en el uso de la bicicleta, si es esto lo que determina la precarización a la que están sometidas las personas que trabajan bajo las lógicas de estas tecnologías.

¿Sería menos precario si transitan en una moto?

Yo entiendo que no, si bien soy consciente del cansancio que puede ocasionar el uso de la bicicleta, entien más peligrosa. Pero agrego que además de implicar una mayor inseguridad sobre la vida de ellos, lo sería también para el resto de las personas, imaginensé por un momento si la enorme cantidad de repartidores que han invadido las calles estuviera desplazándose a la velocidad de la moto, piensen también en que la mayoría de ellos, aunque no todos, cobran por pedido entregado (algo así como 70 pesos para los que van en bicicleta, dependiendo de la empresa), por lo cual a mayor velocidad más entregas y por ende más posibilidad de dinero, el riesgo sobre su integridad física y sobre sus vidas sería mayor, y el paisaje hubiera cambiado además por uno de mayor velocidad y por ende de mayor peligrosidad también para el resto.
¿Vale la pena que mi apuro por comer una pizza caliente (que siempre llega tibia) deba presuponer que otro desarrolle velocidades y exponga su integridad física?.

Hablemos entonces de precarización y no de bicicletas, de consumos responsables y de visibilizar todas las formas de explotación y precariedad con las que convivimos y que llevan a que las personas se sometan a estas formas de trabajo mal pago y desprovisto de derechos.

Entendamos la importancia de hacer frente a la situación de la población migrante y de combatir unas formas de contratación que eluden la responsabilidad de las empresas y dejan a quienes trabajan, el sector más débil de la cadena, sin seguridad social.

Hagamos el esfuerzo de pensar en mayor profundidad y atacar por donde corresponde, pensemos cómo éstas nuevas formas de trabajo afectan nuestro entorno y nuestra vida diaria, porque con un enfoque superfluo no será posible revertir las injusticias y porque es peligroso poner el foco donde no debería estarlo, ya que este tipo de acciones configuran además nuestro vínculo con el territorio y podemos estar errando el bizcochazo al entender que lo peor que le pasa a los repartidores es el uso de la bicicleta. Y visibilizar un sector en particular, porque es imposible no verlo, están ahí en el espacio que todas las personas transitamos a diario, con una vestimenta colorida que llama la atención y multiplicando el número de bicicletas en la calle.

Es indudable la existencia de la precarización, pero es necesario hacerse cargo de la verdadera dimensión a la que corresponde.
La problemática que masifican y visibilizan las nuevas formas de trabajo llevadas a cabo por medio de las aplicaciones de telefonía móvil son una realidad, y afecta en más de una dimensión a quienes en ellas trabajan y a como se configuran las ciudades, no solo por los medios de movilidad que utilizan sino por la existencia de plataformas como airbnb, que tienen un impacto directo en un modelo de turismo extractivista 4.

Entiendo que estas nuevas formas de trabajo plantean un desafío a la hora de abordar las problemáticas que acarrean, en algunos casos nuevas, pero en otros aspectos creo no tan nuevas. Hay una clara diferencia entre aquellas personas que trabajan en repartos en calidad de empleados y quienes lo hacen como socios.
Aquellas personas que fueron contratadas como dependientes de una empresa para la realización de repartos, son provistos de la ropa y la mochila, si bien ellos deben proporcionar su propia bicicleta, en ese caso se puede suponer que la precarización es menor, se trabaja por hora y no por pedido y se está bajo la protección de la seguridad social. Aún así, esta misma app de pedidos ha cambiado la modalidad de contratación respecto a las nuevas personas que se incorporan a trabajar, siguiendo la modalidad de socios que aplican las demás empresas. Me hace pensar que otra sería la historia si el Estado hubiera forzado a las empresas que más vulneran el derecho de quienes en ellas trabajan a regularizar la relación con sus empleados, a esta altura no escapa al entendimiento de nadie que se trata de trabajadores dependientes y no de socios.

Por otra parte, y sin desmerecer la atención que se debe tener sobre estas nuevas formas de trabajo, entiendo que el Estado debe tener una preocupación en torno a la precarización en todos los sectores. Y comprender que hay situaciones que no son nuevas y que ya existen mecanismos para abordarlas.
Pensando desde Unibici, se torna indispensable hacer el vínculo con la precarización del trabajo en el ámbito universitario, con lo magro de los salarios, pero sobre todo encuentro una similitud en la forma de contratación de las personas profesionales, que aunque dependientes de una empresa, cada vez se extiende más la modalidad de contratación como unipersonal y no como persona dependiente. Esta situación tiene además particular impacto en las mujeres profesionales que a la hora de ejercer la maternidad pueden ser fácilmente desplazadas, o en el mejor de los casos contar con un magro aporte por parte de la Caja Profesional ante la licencia maternal. Si éste tipo de contratación presupone una vulnerabilidad en los derechos en torno al trabajo para un sector privilegiado como el universitario, cómo pretender que no lo sea cuando nos enfrentamos a los sectores más empobrecidos o a las personas que por su calidad de migrantes cuentan con menos recursos.

Revisar el monotributo, las políticas de migración, las formas de contratación del Estado, la tercerización que pone en situación de gran vulnerabilidad a mujeres migrantes que limpian a diario las oficinas públicas.

Nos merecemos una lectura más amplia, porque es verdad que el trabajo de quienes hacen repartos en bicicleta está precarizado, pero no podemos ser tan reduccionistas de plantear éste como un problema que viene con las app, las app se instalan de esta manera porque hay campo fértil, porque es una economía débil para la clase trabajadora, porque la población migrante es más vulnerable y su inserción laboral es compleja, porque los demás trabajos son inaccesible o aún peor pagos, porque no hay un marco normativo que acompañe y porque cuando lo hay no se ponen en funcionamiento los procesos necesarios para proteger a los trabajadores. Y por último, porque hay un entendimiento del bienestar asociado a la motorización que resulta preocupante, el delivery que va en moto también se moja, se mojó siempre y su vida corre más peligro porque desarrolla más velocidad, siempre estuvo ahí, pero nunca lo vimos.

1 https://www.elobservador.com.uy/nota/villar-fa-no-puede-permitir-que-haya-deliveries-con-traccion-a-sangre--2019729175858
2 https://definicion.de/traccion/
3 https://www.carasycaretas.com.uy/delivery-corriendo-por-la-comida/?fbclid=IwAR1Ct9ZUs18KTe09_2AA5d6UVrgH1f9EsZglAnJ8woaLlcDlMrqs7sBY7T8
4 http://revistaanfibia.com/cronica/las-bases-del-freelanzariado/